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Cuando las necesidades materiales eclipsan a las básicas
Según parece estamos asistiendo a un momento histórico en el rumbo de nuestro planeta; lo que no sabemos todavía es si será para bien o para peor aún. Supongo que todos sabréis que de cara a 2010 las bolsas de plástico estarán prohibidas, aunque haya un mail circulando diciendo que esta medida no está justificada… en fin, lo que son los reenviados! …unos meses antes la gente me enviaba otro mail sobre los perjuicios que las bolsas de plástico acarreaban al medioambiente. Para gente poco informada puedo decir que esta medida se ha tomado a nivel global, siendo China la primera potencia en poner en marcha tal retirada.
Todos sabemos que las hasta ahora principales distribuidoras de toneladas de bolsas de plástico al año, han iniciado una campaña de «lavado de cara» en la que apuestan por la ecología y defensa de los espacios naturales… de aquí podría salir otro post dedicado a un marketing sin corazón que manipula al consumidor, cambiando el presente para «cambiar el pasado»,como mucha gente me ha comentado (sobre todo tú), llegará un día no muy lejano en el que pensaremos que dichas multinacionales son defensoras a ultranza de la defensa del medioambiente desde siempre, cuando en realidad son parte importante del problema.
De todas maneras, lo que me propongo denunciar en este post no es nada de esto, sino algo mucho más peligroso…por muy inofensivo que parezca a pie de caja. Resulta que estos hipermercados están comenzando a ofrecer una alternativa de la cual me dispongo a informar. Se trata de las «bolsas de patata». Somos muchos los que pensamos que la comodidad de los consumidores hará que sigan utilizando bolsas de un solo uso, ya que resulta demasiado incómodo y kitsch el llevar unas bolsas de tela o saco de casa. El primer dilema que se plantearía una persona cabal es… habiendo gente que se muere de hambre en el tercer mundo (y en el cuarto), cómo es que utilizan patatas para que me lleve mi compra a casa???? Lo que se nos responde es que para la producción de estas bolsas se utilizan patatas «no aptas» para el consumo (eso habría que investigarlo…porque a mi me suena raro, os prometo otro post).
La segunda duda que asalta al consumidor responsable es… cuánto terreno cultivable se destinará al cultivo de patatas para la fabricación de bolsas? Y la respuesta es lo más preocupante, ya que dependerá de la demanda por parte de los países desarrollados, pudiendo llegar a utilizarse terrenos destinados a agriculturas domésticas del segundo y tercer mundo y/o espacios naturales como selvas y bosques primarios. Una polémica similar surgió ante el tema de los «biocombustibles». Todavía recuerdo la caña que se nos metía a los «ecologistas» cuando los criticabamos… hombre! eres ecologista y te parecen mal los biocombustibles?!!! …
Sí señor, porque el peligro de los biocombustibles (al igual que el del asunto que aquí nos ocupa) es que necesitan gran cantidad de suelo cultivable o destrucción de bosques primarios para el cultivo de cereales que se dedicarán en exclusiva a la producción de biocombustibles, sin tener en cuenta a cuánta gente se podría alimentar con la roturación de dichos terrenos dedicados a acabar con el problema del hambre. Es inaceptable que la falta de investigación e inversión en energías renovables nos lleve siempre al callejón sin salida de utilizar energías sucias y que acrecientan cada año la desigualdad social.
No me gustaría finalizar este post sin mencionar el caso del cultivo de la «soja transgénica». Soy vegetariana y me he encontrado muchas veces con gente que me habla de la misma destrucción de bosques primarios y uso de zonas de cultivo en la agricultura intensiva de la soja… y tienen razón, lo que se está haciendo con la soja es tan o más imperdonable que lo anteriormente mencionado… por un lado habría que preguntarse cuál es el sentido de que todos los productos del supermercado lleven soja (galletas con soja, yogures con soja… hasta habrá choricillos con soja, el colmo del absurdo es la leche enriquecida con soja, coño! tómatela de soja, no seas garrulo!) y por otro está el dato real de que la mayor parte de soja transgénica que se planta (con todo lo que ello acarrea; desertización, destrucción de selvas y bosques, expropiación de zonas de cultivo de economía doméstica, etc) se utiliza como «soja forrajera», es decir, como alimento de ganado para el consumo de los países desarrollados… desde mi postura vegetariana, tengo clara la solución, que pasaría por la reducción en la ingesta de carne. Si preguntáis a vuestras abuelas, éstas os podrán aclarar gratuítamente y de forma más fehaciente que la wikipedia cómo los hábitos en el consumo de carne han variado en los últimos 50 años… de comer carne un par de veces a la semana y hacer el potaje con cuatro trocitos, hemos pasado al consumo de carne en cada plato…comida y cena. Es esto sostenible?
Supongo que ahora entenderéis mejor mis dudas respecto al «dónde nos dirigimos» a través de esta cultura de defensa del medioambiente «del palo»…
Amigos, siento mucho deciros que si todo esto os preocupa, aunque solo sea un poquito, no os quedará otro remedio que cambiar vuestros hábitos de consumo y vuestra manera de estar en el mundo. Porque cada pequeño gesto cuenta!
Además… y para motivaros os regalo esta foto de una libélula que saqué hace un par de días en El Saler… ¿merece la pena poder seguir disfrutando de este espectáculo que es el mundo en el que vivimos?
No me fío de mi médico
No acabo de tener claro como titular esta entrada… debería titularse no me fío de «mis médicos». Y es cierto.
¿ A quién podemos responsabilizar del deterioro de la relación médico- paciente? Vayamos por partes.
Hay gente que cree que la falta de confianza en los médicos la tienen series como «House», en la que se ejerce la medicina bajo el síndrome de Dios y sin tener en cuenta emociones, ni situación personal del paciente. Yo siempre que discuto sobre este tema acabo diciéndole a mis contertulios que si yo me encontrase en una casuística médica extraña me gustaría que en el equipo hubiese un médico que no se rindiese y ,aunque fuese por orgullo propio, resolviese mi rompecabezas.
Lo cierto es que «House» es ficción y pienso que como tal deberíamos tomarla, como un entretenimiento y nada más. A los hechos me remito; el otro día en «Juicio de parejas» (entretenimiento para los desayunos de fin de semana entre zapping y mermeladas) emitieron el caso de un «homiño» (hombrecito para los no-galaicos) que se pensaba que su mujer se iba a fugar con otra mujer porque era aficcionada a los culebrones. Lo más gracioso es que decía que su primera mujer le había dejado por «otra» porque los «veía». Con esto creo que queda bastante explicado que la gente puede llegar a creerse lo que quiera…sea lo que sea, relacionado con opciones sexuales, tratamientos médicos o hasta con la crisis económica (hace poco hemos tenido que escuchar a la famosa de turno decirnos que la crisis afecta más a los ricos que a los pobres, porque, al fin y al cabo los pobres ya estamos acostumbrados).
La sanidad privada también ha contribuido lo suyo a través de metodologías muy cuestionables en lo que respecta a marketing y tratamiento de los pacientes. Como experiencia personal puedo deciros que no volveré a pisar una conocida cadena dedicada a la salud dental…opinión compartida con la mayoría de mis amigos y conocidos.
Y, después de esta toma de contacto… me detendré en 2 aspectos fundamentales que han ido minando la confianza del paciente, siempre bajo mi humilde (y tal vez, equivocada opinión).
Existen médicos boicoteados por la clase política o algún lobby formado por compañeros de profesión. A alguna gente nos ha indignado ver cómo se ha abusado y se ha tirado de la cuerda (hasta romperse) de la relación entre médico – paciente en el caso del hospital «Severo Ochoa». Y es que, si no nos creemos que acudimos al hospital para que nos atiendan una serie de profesionales que nos cuidarán, que utilizarán sus conocimientos para curarnos o aliviarnos…será mejor quedarnos en casa.
Nos han hecho pensar que acudimos a urgencias a que nos torturen y nos acorten la vida y eso es imperdonable, sobre todo porque no es cierto.
Pongámonos por un momento en la piel de un enfermo terminal, con fuertes dolores… nos gustaría recibir sedación, incluso para asumir con más tranquilidad nuestro destino final?
Sin embargo se ha destapado una «Caja de Pandora» que ha marcado un antes y un después en la aplicación de sedación y paliativos en nuestro país. Enhorabuena a los que querían amedrentarnos porque lo han conseguido.
Por último, me gustaría contar mi experiencia personal al respecto de la atención médica más reciente que he recibido.
Lo primero que me ocurre en mis visitas médicas rutinarias es que no puedo contar con franqueza y confianza a mis médicos mi opción de vegetariana porque me bronquean, interrogan y ridiculizan. Como todo el mundo sabe, estos son los pilares para sentar una buena base en la relación médico- paciente.
He tenido que cambiar de médico de cabecera por motivos éticos. Tenía que haber puesto una reclamación, pero no lo he hecho porque la situación personal de cada uno no siempre nos facilita pasar de un «embolao» o otro constantemente. Tras solicitar un certificado médico, mi primer médico de cabecera (me abstengo de ofrecer datos concretos, ni siquiera el género) me realiza un examen general y mientras me cumplimenta el susodicho , el comentario es:
-Parece que estás sana…mientras no te líes con ningún «sidoso».
Creía que la palabra «sidoso» se había desterrado del diccionario de la gente en general, y mucho más aún en el gremio sanitario. La realidad es que en 2008 se seguía utilizando. Lo que este/a profesional no sabe es que hirió profundamente mi sensibilidad ya que he tenido contacto directo con entidades relacionadas con el tratamiento a afectados de VIH/sida.
Lo único que se me pasaba por la cabeza era pensar que esta persona nunca ha conocido a un enfermo de sida, ni ha pensado en la dificil situación médica y social por la que pasa esta gente. Y que tal vez se diese cuenta de las burradas que suelta el día que le toque de cerca. Es una pena que sólo aprendamos a base de golpes.
Resultado; cambio de médico de cabecera después de casi un año intentándolo.
En mi revisión ginecológica, situación especialmente delicada sobre todo para una hipocondríaca como yo, el/ la profesional que me atendió me comenta que cree que las «ecografías vaginales» gustan a las mujeres. Me quedé de piedra.
Sobre todo en un ámbito tan sensible a malentendidos, fue, como poco, un comentario inapropiado. Creo que deberían de ser sus propios compañeros los que censurasen este tipo de situación, que afecta claramente a la confianza del paciente en esta especialidad médica.
Conclusión: cada vez nos fiamos menos de los médicos…y en este sector resulta un pilar fundamental para una buena armonía.
Reflexionemos médicos insensibles, pacientes exigentes, políticos irresponsables,impresentables de turno de uno y otro bando … sobre el uso y abuso que hacemos de nuestra sanidad.
Cuidémosla para que dure, crezca y se fortalezca. Por una sanidad pública de calidad!
O «consomo» que nos consome o «El consumo que nos consume»
Disculpadme la licencia( en galego y en castellano),es un viejo cachondeo de la carrera. Pero, fuera ya de ningún cachondeo, cada año que pasa me doy cuenta de la gran realidad que esconde esta frase….como con las verdades orientales, va cobrando sentido según va reposando y los posos se hunden en el fondo.
Me resulta casi imposible el pensar en que las bibliotecas nos pretendan cobrar un canon de préstamo de libros (uno 20 céntimos por libro) como indemnización a los autores. Bueno, informarles que la gente que utiliza con asiduidad las bibliotecas… o no se pueden permitir comprar todos los libros que van leyendo (en este caso,quién es el más perjudicado ¿el sufrido autor o los curritos que no llegamos a fin de mes?, o son personas con una filosofía no capitalista y que no suele estar de acuerdo con las maravillosas medidas de la SGAE.Yo personalmente me he pasado al Rastro.
Además, otra noticia del mismo alcance me ha asaltado por la espalda. Las compañías aéreas de bajo coste pretenden cobrarnos una tasa (creo que 1 euro o por ahí) cada vez que utilicemos el servicio en sus aviones…todo ello con el único fin de seguir sacando el beneficio máximo para la empresa. Pero, ¿no se podría considerar esto como una «negativa» a los derechos fundamentales del viajero y el ser humano? ¿qué pasará si tenemos que vomitar y no nos da tiempo a buscar «la pesetilla»?¿y si hacemos un vuelo transatlántico y se impone la necesidad de mover un poco las piernas?…Quizás entonces sea un pequeño precio ante posibles problemas de salud…Me gustaría saber qué pensais sobre este tema.